sábado, abril 23, 2011

"Té para tres"

La veía, pero no podía decir quién era esa mujer que estaba ahí, al otro lado de la cama, con la que había compartido los últimos veinte año. Esa mujer lloraba. Intuía que yo no lo sabía.
Esa mujer lloraba y no lloraba por mí.
Yo lo sabía.
En los últimos meses habíamos intercambiado las palabras necesarias que involucraban a nuestros hijos y a la vida doméstica. Eso había sido todo. Si había una palabra de más, era solo para generar fricción.
Alguna vez la vi sonriendo. No sonreía por mí.
Me dolía, pero era mucho mejor que tener que hablar de eso.
Estábamos confortables, cada uno en su mundo. Mis hijos ya ni siquiera se irritaban por mí.
Me enamoré del trabajo y todo pasó más fácil.
Quién era esa mujer que lloraba.
Pero fui más humano que cualquier otro ser. La abracé y no le pregunté nada. No importaba. Además, ella era quien estaba en jaque.
La abracé y ella lloró más.
Parecía que la quemaba. Pero no desistí. Acaso para compartir también un poco de mi dolor. Mío. Propio, que ya no tenía que ver con ella.
Se quedó dormida.
Amanecimos así, con el cuerpo duro. Me levanté primero y me fui de la habitación.
Preparé el desayuno con dedicación. Estábamos solos: la mayor se había ido  a casa de una amiga y el chiquito estaba pasando unos días con sus primos.
Calenté el agua, puse a hacer tostadas. Ella tomaba matecocido.
Ponía la mesa cuando apareció, despeinada,en medias, contra el marco de la puerta.
Se detuvo, creo que la sorprendí.
-Y eso?-, preguntó señalando las tres tazas. -Esperamos a alguien?
-No sé, -dije mientras me comodaba frente a mi taza de café con leche.-Eso tenés que decidirlo vos.