sábado, noviembre 07, 2009

La suma de mi miedo

Y como si no hubiera tenido suficiente con las ratasconalaspalomas, hoy bajé de la cama y descubrí una cucaracha abajo de la mesa (mentira, la primera vez que pasé, apenas había abierto los ojos, le pasé por al lado para cerrar una puerta y no la había notado). Estaba buca arriba (a riesgo de parecer reiterativa, insisto con la pregunta "¿Cómo hacen las cucarachas para darse vuelta?". ¿Años de evolución no le dieron la pauta de que ese tipo de horizontalidad es la razón principal de una muerte que ellas mismas se infligen, tarde o temprano?).
Quiero destacar, a mi favor, que: a) no grité, b) desarrollé una habilidad natural para treparme a la mesada y alcanzar el veneno, y c) no le vacié el tarro encima histéricamente, sino que le di dosis progresivas de veneno, como si tuviera la intención de verificar cuánto era lo mínimo que necesitaba el animalejo.
Lamentablemente, esta última investigación, no pudo ser llevada a cabo. Diez minutos estuve viéndola moverse por momentos, agitándose, moviendo las articulaciones de sus patas (parecía como si tuviera piecitos), yo con un nudo en el estómago y muchas ganas hacer pis, viéndola morir casi desde una perspectiva infantocientífica. Pero me cansé de su sufrimiento, me aburrí, no comprendí tanta resistencia y mi vejiga pedía "¡pido!".
Comencé con las mediciones, el ángulo (la mesa tiene una madera paralela al piso a una altura un poco baja), los cálculos, la fuerza y supe con la certeza del redimido que una zapatilla número 45 era el modo más eficaz. Lancé el zapatillón sobre el bicho, intentando la miopía mental y sobre todo, auditiva.
Lo que no pude, aún es montar el cadáver en la palita (ya acercarme a la zapatilla-túmulo me dio un asco imposible), porque tengo uqe estar demasiado cerca y maniobrar incluso a riesgo de no ponerla bien y que el trámite se extienda por un tiempo que en mi interior sería de tres milenios y medio.
Y ahora, claro, lo que resta es esperar que mi héroe reaparezca para salvarme de ESO, y que me ayude a sacarme esa involuntaria paranoia que me queda: ¿cuántas habrán entrado? ¿Por dónde entraron? ¿Tendré que enfrentarme a una que esté sobre sus pies?