martes, agosto 31, 2004

El silencio del Kairel

Sólo tenía que decir que no. Tan simple como eso. Un no a timepo hubiera evitado la pérdida mayor. Apuntar, elegir, porque no estaba eligiendo, sino apretando a tontas y a locas (esas son las más fáciles!) el botoncito uqe estaba marcado por default. Si yo en cambio hubiese tomado el mouse con decisión, le hubiera mostrado quién manda dirigiendo la flechita hacia la palabra "No", jamás habría perdido ese blog extenso que había logrado después de días de mutismo literario.
Igual, siempre es más facil llorar sobre la leche derramada.

viernes, agosto 27, 2004

Más meditancias

Las personas y las cosas tienen un lugar más o menos estable en la vida de cada uno. Pero cuando uno se desestabiliza, esos lugares ya otorgados se confunden, se corren. Como las tempestades en los barcos. Hace falta, entonces, que regrese la calma para que las cosas y la gente vuelvan a tomar un lugar, bien el antiguo, bien uno nuevo.

lunes, agosto 23, 2004

Minimal

Me pinché el dedo con la puntita del barquito hecho con el papelito de un conito Jorgito.

jueves, agosto 19, 2004

Querido Diario:

Hoy fue un día mejor que los anteriores, pero todavía no recupero el ritmo. Y no sé si alguna vez lo haré. Ay!!!

Sacando la payasada obligatoria, acabo de entrever un par de blogs ajenos y angloescribientes, y me sentí como si estuviera leyendo algo demasiado íntimo. Qué estamos haciendo con estos escritos? Qué son los blogs? Para quién escribimos? Para quién cuernos escribo? Estaré haciendo de esto algo muy personal y ombliguístico, cuando debería ser algo más... casi laboreal?

Prometo que en algún momento estas preguntas inconexas llevarán a algo creativo. Algo sin nombre. Como el epitafio para Nicole de Marseille que en realidad cito acá tan sólo para recordarme que quiero escribirlo. O al menos, lo quise alguna vez.
Porque este es mi diario íntimo, el cual escribo tirada en la cama boca abajo mientras balanceo las piernas y como un chupetín.

lunes, agosto 16, 2004

Ouro

Me encanta viajar en auto. Sobre todo cuando está feo o llueve (o ambas) y/o es de noche. Siempre sin hablar porque como las caminatas, los viajes en auto son también transiciones. No solo espaciales ni temporales. No me gusta hablar. me gusta estar completamente entregada a mis pensamientos, a mis no sueños (pese al vox populi, la menor cantidad de las veces es cuando realmente me abandono). Y las nubes cerradas y pálidas ayudan a que la atención recaiga adentro. Me pregunto si funciona como las caminatas, que a igual calle igual pensamiento, como me suele ocurrir. Por ejemplo, en Rivadavia pienso en contestaciones divertidas para escribir, en Uruguay busco la mayor cantidad de cosas posibles que puedan hacer de mi día un día más agradable. En Corrientes me cuento historias. Y pasa un auto cuando el hombrecito malo hace ya tiempo que está firme frente a mí. Pero yo no lo veo. Y el auto casi me pisa. Pero es que estaba en uno de los meollos principales de la historia. me había quedado estancada y no la podía seguir. Entonces por eso no vi el auto. Que es el auto en donde yo estoy sentada del lado del acompañante, callada, mirando haci afuera, muy metida en mis cosas como para prestarle atención a las cosas que suceden a mi alrededor.

martes, agosto 10, 2004

Transgénico

Me acabo de tomar un café que en el fondo tenía gusto a pancho. (En el fondo del sabor, no el del café, donde había borra.)
Plop!

lunes, agosto 09, 2004

Feliz día a mis manos demasiado pequeñas, y a mis dedos, con pintauñas de plasticola roja que venía en el Tamy.

jueves, agosto 05, 2004

Final

... Y así fue como Ricardo, Guillermo y Al pasaron por mi vida, en un oleaje de éxito que salpicó mi libreta universitaria.

domingo, agosto 01, 2004

Perseguidor plateado

El perseguidor viajaba ayer en la línea 86, camino a San Telmo, o quizás La Boca. A su lado, su Dedée. En frente, la condesa (¿o era marquesa?). Luego cambiaron sus lugares. Cuando subí Johnny traducía del inglés para que la marquesa (¿o era condesa?) y Dedée se comunicaran, pero llegó algún momento donde todos se pusieron a hbalar en español y ahí fue cuando cambiaron de lugar. Desde uno de los últimos asiento veía a Charlie o Johnny, que en esta versión plateada no era negro, que tenía unos enormes anteojos y a pesar de la noche cerrada, usaba un gorro con visera. Me sonrió un par de veces, mientras yo me acomodaba el pelo, antes de sentarme. Debió haber sido gracioso verme, con el abrigo negro de juventud de mi mamá, un talle más pequeño, con las mangas y la espalda estrechas, intentando envincharme un lazo color rojo en dos vueltas. Una y otra vez sin conseguirlo. Yo me hubiera reído. Pero su sonrisa era invitadora. A su lado la Dedée y la condesa/marquesa se llevaban bien, charlaban como amigas. Él, faraónico acariciaba a la de su lado. Los tres reían. Él y sus tres amores -las dos mujeres y el saxo entre sus piernas que no dejaba de tocar en un gesto casi autocomplaciente, aunque unas páginas más adelante debería perderlo en el métro de París- estaba invitándome a participar de su pequeño harén.
Pero no había mujer vestida de rojo, ni cajitas llenas de cenizas, ni crítico de jazz, ni librito de Dylan Thomas. Así que devolví la sonrisa y me bajé en cuanto el triste transporte alcanzó mi destino.