domingo, enero 04, 2004

Cada vez que me doy un baño de inmersión pongo un poco de sales y lleno la bañera. Espero unos ratos hasta que tenga suficiente agua y me sumerjo. Al principio me encargo del fin último de un baño, pero luego, cuando empiezo a relajarme y la cabeza queda semihundida en el agua -la cabeza, la cara no- empiezo a descubrir ruidos, pasos, pero sobre todo puertas que se abren y se cierran; cada tanto una visión lejana de voces que por supuesto no deja nitidez para entender qué se está diciendo. Cuando saco las orejas del agua, todo esa banda de sonido desaparece y sólo reaparece ante una nueva inmersión auditiva.

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