Creo que puede decirse que las cosa empiezan y terminan con un sueño. Un sueño distinto cada vez.
En el primero, había rayitos naranjús. En el de anoche, más bien plomizos. El de anoche fue un sueño bastardeado, maltratado. El primero había sido gumi. Muy gumi. Un gumi que sentó precedente y praparó el terreno para que las cosas pasaran, para que lo que tenía que suceder no fuera tan abrupto y sorpresivo.
Anoche, entonces, me desueñicé con otro sueño.
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