lunes, agosto 16, 2004

Ouro

Me encanta viajar en auto. Sobre todo cuando está feo o llueve (o ambas) y/o es de noche. Siempre sin hablar porque como las caminatas, los viajes en auto son también transiciones. No solo espaciales ni temporales. No me gusta hablar. me gusta estar completamente entregada a mis pensamientos, a mis no sueños (pese al vox populi, la menor cantidad de las veces es cuando realmente me abandono). Y las nubes cerradas y pálidas ayudan a que la atención recaiga adentro. Me pregunto si funciona como las caminatas, que a igual calle igual pensamiento, como me suele ocurrir. Por ejemplo, en Rivadavia pienso en contestaciones divertidas para escribir, en Uruguay busco la mayor cantidad de cosas posibles que puedan hacer de mi día un día más agradable. En Corrientes me cuento historias. Y pasa un auto cuando el hombrecito malo hace ya tiempo que está firme frente a mí. Pero yo no lo veo. Y el auto casi me pisa. Pero es que estaba en uno de los meollos principales de la historia. me había quedado estancada y no la podía seguir. Entonces por eso no vi el auto. Que es el auto en donde yo estoy sentada del lado del acompañante, callada, mirando haci afuera, muy metida en mis cosas como para prestarle atención a las cosas que suceden a mi alrededor.

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