lunes, octubre 01, 2007

Jueves

El jueves me pegué un faltazo torcido a flamenco (de esos en los que uno ni siquiera avisa que no va). Creo que sólo fue para reivindicar mi libertad... Sí, al pedo completamente, pero cambié el panorama con tareas hogareñas: cociné pan, ordené un poco (poquito), etc. En el camino a mi casa, descubrí una panadería italiana. Mi sangre ancestral se agitó. Ya de por sí el aspecto era el de mi imaginario y aunque no me animé a entrar pero desde afuera pude ver canolis, sfogliatellas y... pignolata.
Mi abuela me hacía la pignolata (a la que en dialento llama "quiquiriquiata") cuando yo era chiquita. Y a mí me encantaba. Era una de esas comidas divertidas, porque se trataba de una serie de bolitas de masa unidas por miel (o kero o azúcar) que me dejaban los dedos pegoteados y el paladar empalagado.
Así uqe la llamé y le pedí la receta (y el permiso para postearla) Así uqe ahí va.


Pignolata:

1 taza y media de harina leudante
2 cucharadas de agua
2 huevos
4 cucharadas de bebida fuerte (según mi abuela, puede ser: ron, vodka, caña, cognac, whisky... Ahora entiendo por qué me gustaba tanto)

Se toman pequeñas porciones y se hacen bolitas como si fueran garbanzos. Se fríen en aceite caliente hasta que se doren (que no se quemen). Se escurren y se colocan calientes en un molde savarín (el del coso en el medio) enmantecado. Se los rocía con miel caliente o azúcar y una vez fríos, retirar del molde.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario