domingo, noviembre 02, 2008

Lo veo ahí, sentado en la punta de la mesa, leyendo, mientras yo voy y vengo limpiando, ordenando, haciendo y deshaciendo. Es un león cansado, un macho beta que sabe que algunos menesteres están para ser hecho por las féminas que vinieras a caer a su madriguera. A mí me da rabia verlo tan displicente cuando levanta el diario para que yo limpie. Su mujer ya está habituada a ese trato silencioso y gestual, a las pequeñas descalificaciones diarias, a su música que lo copa todo y que invalida cualquier tipo de comunicación posible.

Ella lo tolera, yo no sé cómo.

En cambio, yo aún disfruto dejar todo en su lugar para mi compartir con mi compañero. Como cuando me alcanza el trapo para que para pasarle a la mesa, es la excusa perfecta para acariciarlo fugitivamente. Mañana le tocará a él y yo tendré que planchar o quizá cocinar. De una u otra manera, todo eso es para agasajarlo y corresponderle, en toda su entrega.

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