lunes, noviembre 03, 2008

Me saluda con un beso mojado de baba olorosa y se me queda el cachete desagradablemente húmedo con esa fragancia apestosa. Intento que mi corta nariz doble hacia la izquierda, pero no lo consigo. Si me habla, pequeños señuelos de saliva humectan nuestra comunicación, que por mi parte, quiere ser reducida a la más despojada de las cortesías.
Su hálito infecto es el mensajero de su presencia.
Como los taxistas. Los taxistas huelen mal desde sus fauces y su pequeño mundo con ruedas es carne de diván del poettcristal.
No es justo que mi perfume se exilie de mi cuerpo dejándome indefensa ante las marejadas ajenas de olores fétidos.

2 comentarios:

  1. Por jebú! El otro día un tipo en el bondi (domingo a la mañana, ni daba) además de quemarme la mente con su conversación vía celular no dejó de escupirme en los 35 minutos de viaje.
    Si lees esto, vos, vos que hablabas del ADOBE en un verde 15 el domingo por la mañana, recibe una buena salpicada con salivitas constantes de mi parte.
    puaj

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  2. uhh. que fea imágen... creo que me imagino de quién hablas...wacale...

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