Daban ganas de crecer, mirando esa manzana.
Era chiquita y roja, de un rojo más que intenso.
Sospechosamente roja.
Brutalmente roja.
Indecentemente roja.
Su cabito ocre la sacaba del cuadro.
Sobresalía de la fruta.
Espiaba.
Esa manzana había sido testigo de deshoras,
de mentiras,
frustraciones y extorsiones.
Y se mantenía firme
Amiverasiempreamiveritaamivera
Hasta que me agarró hambre
Y me la comí.
Y el cabito?
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