labras.
Justo ayer, ayer a la noche, el día de ayer, con sus aglutinaciones inmundas, doblemente oriental, que me quitaron el aire y que mientras me anexaba a una masa de gente como formando parte de una gran bicha deslizándose en un conducto demasiado pequeña para ella, mis manos en alto -imposible bajarlas sin terminar con mi caudal de oxígeno- me mostraron otra pequeña bicha en mi dedo, con sus marquesitas. Y ahí fue cuando me entró la inquietud.
En la cocina, lo examiné. Me faltaba la tercera marquesita. La marquesita del antes y el después. La del piso agrietado. La que en mí se presenta como iniciática.
Lo más probable es que nada suceda. Nunca sucede nada. Nada nunca sucede.
Y lo peor, si llegara a acontecer, no me voy a dar cuenta.
A ver, Destino, ¿hay que ser tan obvio, cumplir hasta con los violines y el humo de primera cita para que llegar al momento delos fuegos artificiales y darse cuenta de que todo es una gran farsa? ¿No es demasiado esfuerzo de producción?
ResponderBorrarSrta. Dosflores