martes, marzo 01, 2005

En el agua

Exactamente ahí: yo en el agua. Entre el H2 y el O estaba yo placiente, abandonándome, entrando en ese trance acuático del sonido de los mundos. Y allí había una licuadora que mostraba la potencia de dos de sus velocidades. Ahí, en algún otro lugar de la casa o el edificio. Ahí, en cualquiera de las dimensiones (im)posibles. Más lejos y más cerca el clop de la gota gorda que se lanza hacia la multitud. El constante ritmo de la radio, apagado. Una brisa ajena me iluminó de temores de que me vieran tan ida, tan enaguas, tan expuesta. Y una gota en la entrepierna sugirió aún más esa posibilidad, así que detuve las oleadas de sensualidad preadolescente y volví a la superficie.
La cabeza adentro y la nariz -esnorquel anatómico- afuera.
Aún me quedaba algo más.
Experimenté el borroso mundo de los colores, entre las disueltas sales naranjas y mi propia miopía anfibia, navegando mis ojos desnudos por la viscosidad líquida, invitándolos a conocer otro de esos otros mundos.

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