"Tú seguías siendo el protector, el ser sereno, fuerte y seguro contra el cual se estrellaba como contra el regazo de una madre mis caprichos femeninos, mis periódicas desorientaciones, mis angustias inmotivadas, mis crisis de ansiedad, mi temor a la vida, a la fealdad, a la vejez. Mi belleza existía gracias a tu mirada, mi atracción se imponía gracias a tu deseo."
("Los pasajeron del jardín", de Silvina Bullrich)
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