miércoles, agosto 17, 2005

Y Pinino Más

Demasiado enrosque había tenido consigo mismo para tener que bancar el ajeno. Ya se estaba poniendo grande para esos jueguitos, aunque no estaba seguro si él podría dejarlos: las máscaras, los sondeos, las poses. Todo sale natural cuando se viene ensayando durante años.
Se sintió completamente estúpido.
Necesitaba algo de acción.
Y comenzó otra vez.
Ya no quería tener que soportar mambos ajenos. Con el suyo era suficiente. Los treinta años le pesaban más por el cero que por el tres. El cero justificaba ese cansancio. Pensaba, mientras del otro lado de la ventanilla el mundo se volvía uniforme. Uniformemente variado.
Siempre tenía la sensación de movimiento en la quietud de su cuerpo. Quizás porque los pensamientos se movían agitados en dirección centrípeta, alejando de la poesía cualquier relato. Hasta preferiría Koh–i–noor a la -1
Siempre tenía la sensación de movimiento en la quietud de su cuerpo. Quizás porque los pensamientos se lanzaban hacia él sin miramientos y no lo dejaban pensar hacia delante, como enseñan en la publicidad. Los bancos se encargan de ir en esa dirección, o de estar siempre “un paso adelante”. Para llegar a…?
Se aferró de eso para salir de la paja mental. Se ordenó y dirigió sus pensamientos hacia allí. No importaba dónde, mientras que esa fuerza opuesta lo escupiera fuera del texto.
Tampoco le gustó el final.

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