domingo, junio 04, 2006

Epistolar

"...Tengo esa fascinación por la (apariencia de) libertad. POder brajar todas mis cartas y saber que cuento con miles de posibilidades. QUe puedo estar acá tomando mate o en La Boca, mirando el río, haciendo fuerza para que Caminito no me deprima. O fugarme a plaza Francia, a dejarme tentar por las baratijas y las señoras que tiran las cartas. Y no tener que rendirle cuentas a nadie. Y poder dejar plantado a todo mi destino en una esquina donde tenía que estar. Y traicionarlo. Cómo disfruto traicionando a mi destino (perdoname, pero esto va a terminar inexorablemente en mi blog). Estar en Isfaján, cuando se me ha designado un tesoro en El Cairo... Ahora me causa gracia toda la inquietud sobre mi destino, para luego saber por dónde traicionarlo. La traición a la manera de Kundera. De salirme de mis propias filas y abandonarme. Hacer pasar a los que amo por algún tipo de desplante, como el escorpión uqe no puede dejar de envenenar a la tortuga. Y siempre volver a mi esencia solitaria. Finalmente no soy tan distinta a aquella que tanto odié. Ni tan fiel ni leal como esperaba. Aunqeu a veces, me crea lo suficientemente importante como para hacer un acto heroico que me convierta en una mina de ley. Como corresponde. Como para compensar haber salido corriendo de su lado, con un terror atroz de que me alcanzara. Corría, corría corría. Y me detuve en la puerta de mi casa. Y lo vi cruzar la esquina. Y ya no quería más. Y ya no podía correr. Y ni siquiera soy la bruja más malvada del este. Aunque a veces quisiera."


04/06/06

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