domingo, septiembre 17, 2006

impulso

Me acaban de agarrar una locas locas ganas de estar en Brasil, en el hotel que es mi casa. Se me ocurrió pensar que estuve en casi todos los departamentos (los viejos, de lo nuevos, no), que casi todas esas camas fueron "mi cama". Y todo esto venía a colación de que desde que tengo uso de razón, me cuesta muchísimo dormir en una cama que no es mi cama. Una cama ajena o inmaculada por el tiempo. No hay lugar como mi cama, mi plaza y media y mi colchón superduro. Y mis tres frazadas a pesar del calor. Quizá sea falta de costumbre de compartir la cama. Pero es como el territorio último, el bastión más alejado donde dormimos mi Soledad y yo.

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