Lector apacible y bucólico, hombre de bien, discreto y sano, tira este blog Saturniano Pero si sabes contemplar, espantarte, los abismos, lee y aprenderás a amar. Alma que vas buscando abrigo y sufres mis dolores mismos, ¡apiádate!... si no te maldigo. (Baudelaire)
martes, enero 30, 2007
viernes, enero 19, 2007
"Los sueños a veces se cumplen..." (Gerenciador de Belgrano de Córdoba)
A veces, para negociar con los deseos, uno termina haciendo cosas que mucho no le convencen pero que se acercan un poco más que el estado 0.
(me estaré justificando? Me parece que sí.)
(me estaré justificando? Me parece que sí.)
miércoles, enero 17, 2007
lunes, enero 08, 2007
miércoles, enero 03, 2007
Sería quizá porque nació en la frontera, entre los dos países. Manejaba perfectamente bien ambos idiomas y adoraba los límites. Bordearlos, cercarlos, recorrerlos. Como el dedo paseando por el filo de tu pantalón. Como las uñas diestramente afiladas sobre la espalda.
Dejaba pequeños indicios, fácilmente confundidos con moretones u otro tipo de marcas. Usaba perfume de hombre para camuflarse con el de sus amantes.
Toda ella era doble, tal vez por geminiana. Probablemente lo utilizaría como excusa: seguramente era mentira. Podía camuflarse, reproducirse, reinventarse y convertirse en quien quisiera, con esos amigos de dudosa calaña y gran manejo de documentos falsos que tenía. Poca gente realmente la quería. Y ella, a decir verdad, no quería a nadie.
Deambulaba entre uno u otro país, cuando no se dedicaba a tareas más respetables por el resto del mundo. Gran parte del tiempo la pasaba de congreso en congreso, exponiendo y debatiendo sobre diversos temas femeninos. Allí donde sin dudas se destacaba entre otras intelectuales de pechos muertos y libidos canalizadas. Ella se alzaba como fémina doblemente peligrosa: hermosa e inteligente.
Nadie en realidad podía soportarla. Sólo la directora del proyecto -quien la había seleccionado para hacer sus primeras ponencias- podía apreciarla. Primero la había encantado con su prosa. Luego, con su oratoria y sus encantos. Seguramente tenía la secreta esperanza de que en alguno de esos viajes, ella compartiera sus humedades. Auque tan sólo fuera por agradecimiento. Claro que nunca sucedería.
Sabía ser perversa, como aquella vez en Bruselas.
Ella estaba segura de que el traductor que las acompañaba -su ruso era básico- prefería el contacto con otros hombres, pero como había algún intersticio de duda, prefirió comprobarlo en un ascensor de Moscú, durante los 22 pisos que la separaban de su habitación. Y de la pobre directora ilusionada, a quien siemrpe tenía en la incertidumbre, que aguardaba ansiosa la llegada del ascensor, al menos para despedirse hasta el día siguiente. La mujer tuvo que soportar los jadeos de su discípula y del muchacho que provenían del vacío, cada vez más fuertes.
Una vez llegados al piso 22, y lograda algo de la decencia inicial, salieron del cubículo, todos se despidieron y fueron a sus habitaciones. Si el tipo era puto, ella le había dado la oportunidad de reevaluarlo.
Dejaba pequeños indicios, fácilmente confundidos con moretones u otro tipo de marcas. Usaba perfume de hombre para camuflarse con el de sus amantes.
Toda ella era doble, tal vez por geminiana. Probablemente lo utilizaría como excusa: seguramente era mentira. Podía camuflarse, reproducirse, reinventarse y convertirse en quien quisiera, con esos amigos de dudosa calaña y gran manejo de documentos falsos que tenía. Poca gente realmente la quería. Y ella, a decir verdad, no quería a nadie.
Deambulaba entre uno u otro país, cuando no se dedicaba a tareas más respetables por el resto del mundo. Gran parte del tiempo la pasaba de congreso en congreso, exponiendo y debatiendo sobre diversos temas femeninos. Allí donde sin dudas se destacaba entre otras intelectuales de pechos muertos y libidos canalizadas. Ella se alzaba como fémina doblemente peligrosa: hermosa e inteligente.
Nadie en realidad podía soportarla. Sólo la directora del proyecto -quien la había seleccionado para hacer sus primeras ponencias- podía apreciarla. Primero la había encantado con su prosa. Luego, con su oratoria y sus encantos. Seguramente tenía la secreta esperanza de que en alguno de esos viajes, ella compartiera sus humedades. Auque tan sólo fuera por agradecimiento. Claro que nunca sucedería.
Sabía ser perversa, como aquella vez en Bruselas.
Ella estaba segura de que el traductor que las acompañaba -su ruso era básico- prefería el contacto con otros hombres, pero como había algún intersticio de duda, prefirió comprobarlo en un ascensor de Moscú, durante los 22 pisos que la separaban de su habitación. Y de la pobre directora ilusionada, a quien siemrpe tenía en la incertidumbre, que aguardaba ansiosa la llegada del ascensor, al menos para despedirse hasta el día siguiente. La mujer tuvo que soportar los jadeos de su discípula y del muchacho que provenían del vacío, cada vez más fuertes.
Una vez llegados al piso 22, y lograda algo de la decencia inicial, salieron del cubículo, todos se despidieron y fueron a sus habitaciones. Si el tipo era puto, ella le había dado la oportunidad de reevaluarlo.
martes, enero 02, 2007
Se preguntaba si él se habría quedado tan prendado como ella. Si esa mirada que sostuvieron durante intensos instantes le había pegado de la misma manera.
Era una de esas noches en la que todos festejan y ella no estaba con mucho ánimo, aunque había prometido ponerse el vestido blanco y recibir el año... de manera fresca, por lo menos. Sabía que la mayoría de las cosas que quería dejar atrás, aparecerían el primer día hábil uqe se le cruzase en el camino.
Estaba satisfecha por haber recibido el año de manera diferente, en un piso 17 con una enorme porció de cielo iluminada intermitentemente, en diversos colores.
Estaba ganando terreno y ya aprendía a saber qué cosas no quería. Era un paso hacia algún lugar que aún desconocía.
Los estados alterados de conciencia la llevaban -a sabiendas- a una necesidad imperiosa de afecto, a una llamada del tacto, del roce y el contacto. "Alcohormons", las había bautizado Summy, el verano de luto y playa. Ella no estaba del todo de acuerdo. Creía que era carencia subyacente que se potenciaba con la presencia de algún tipo de estimulante. Eso sonaba más racional.
Sólo quería un abrazo y sabía que alcohol o no, no lo tendría. No estaba dispuesta a entrar en ningún tipo de transacción pseudoafectiva con nadie. Por eso también se fue de la fiesta. Un lugar muy encerrado, con enormes cantidades de gente que no la dejaban respirar. La música... todo la aturdía.
Salió a la caza de algún transporte que la regresara a su hogar. Las avenidas entre ausentes y no disponibles eran transitadas por algunos pocos vehículos. Había disputas en cada esquina. Otra cosa más para evitar, pensó; y supo que si se detenía no podría volver a caminar, con esos zapatos engañosos. Así uqe siguió su camino.
En una calle que se abría a la derecha, un taxi se detuvo. De allí salió un joven de barba y anteojos, que se metió en una casa. Ella, le hizo señas al taxi que se quedó a esperar qeu el chico entrara y corrió para asegurarse su propio regreso. Ay! Cómo era difícil encontrar un taxi esa noche ya clara.
Fue exactamente allí. En el momento en el que ella corría con su vestido blanco de pureza de revellion e Iemanja, llegaba al taxi, se subía y cerraba la puerta, que él la miró. Desde no tan lejos. Y ella también. La conexión era innegable, sin importar el día que era, sin importar quiénes eran ni cuáles sus historias. Muchos universos paralelos se abrieron en ese instante. Y probablemente todas las carencias subyacentes a las que ella se refería cuando se ponía insoportable y daba cátedra de superación aparecieron en ese momento para darle entidad todas y cada una de los relatos que podrían haber sido.
Era una de esas noches en la que todos festejan y ella no estaba con mucho ánimo, aunque había prometido ponerse el vestido blanco y recibir el año... de manera fresca, por lo menos. Sabía que la mayoría de las cosas que quería dejar atrás, aparecerían el primer día hábil uqe se le cruzase en el camino.
Estaba satisfecha por haber recibido el año de manera diferente, en un piso 17 con una enorme porció de cielo iluminada intermitentemente, en diversos colores.
Estaba ganando terreno y ya aprendía a saber qué cosas no quería. Era un paso hacia algún lugar que aún desconocía.
Los estados alterados de conciencia la llevaban -a sabiendas- a una necesidad imperiosa de afecto, a una llamada del tacto, del roce y el contacto. "Alcohormons", las había bautizado Summy, el verano de luto y playa. Ella no estaba del todo de acuerdo. Creía que era carencia subyacente que se potenciaba con la presencia de algún tipo de estimulante. Eso sonaba más racional.
Sólo quería un abrazo y sabía que alcohol o no, no lo tendría. No estaba dispuesta a entrar en ningún tipo de transacción pseudoafectiva con nadie. Por eso también se fue de la fiesta. Un lugar muy encerrado, con enormes cantidades de gente que no la dejaban respirar. La música... todo la aturdía.
Salió a la caza de algún transporte que la regresara a su hogar. Las avenidas entre ausentes y no disponibles eran transitadas por algunos pocos vehículos. Había disputas en cada esquina. Otra cosa más para evitar, pensó; y supo que si se detenía no podría volver a caminar, con esos zapatos engañosos. Así uqe siguió su camino.
En una calle que se abría a la derecha, un taxi se detuvo. De allí salió un joven de barba y anteojos, que se metió en una casa. Ella, le hizo señas al taxi que se quedó a esperar qeu el chico entrara y corrió para asegurarse su propio regreso. Ay! Cómo era difícil encontrar un taxi esa noche ya clara.
Fue exactamente allí. En el momento en el que ella corría con su vestido blanco de pureza de revellion e Iemanja, llegaba al taxi, se subía y cerraba la puerta, que él la miró. Desde no tan lejos. Y ella también. La conexión era innegable, sin importar el día que era, sin importar quiénes eran ni cuáles sus historias. Muchos universos paralelos se abrieron en ese instante. Y probablemente todas las carencias subyacentes a las que ella se refería cuando se ponía insoportable y daba cátedra de superación aparecieron en ese momento para darle entidad todas y cada una de los relatos que podrían haber sido.
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