martes, enero 02, 2007

Se preguntaba si él se habría quedado tan prendado como ella. Si esa mirada que sostuvieron durante intensos instantes le había pegado de la misma manera.
Era una de esas noches en la que todos festejan y ella no estaba con mucho ánimo, aunque había prometido ponerse el vestido blanco y recibir el año... de manera fresca, por lo menos. Sabía que la mayoría de las cosas que quería dejar atrás, aparecerían el primer día hábil uqe se le cruzase en el camino.
Estaba satisfecha por haber recibido el año de manera diferente, en un piso 17 con una enorme porció de cielo iluminada intermitentemente, en diversos colores.
Estaba ganando terreno y ya aprendía a saber qué cosas no quería. Era un paso hacia algún lugar que aún desconocía.
Los estados alterados de conciencia la llevaban -a sabiendas- a una necesidad imperiosa de afecto, a una llamada del tacto, del roce y el contacto. "Alcohormons", las había bautizado Summy, el verano de luto y playa. Ella no estaba del todo de acuerdo. Creía que era carencia subyacente que se potenciaba con la presencia de algún tipo de estimulante. Eso sonaba más racional.
Sólo quería un abrazo y sabía que alcohol o no, no lo tendría. No estaba dispuesta a entrar en ningún tipo de transacción pseudoafectiva con nadie. Por eso también se fue de la fiesta. Un lugar muy encerrado, con enormes cantidades de gente que no la dejaban respirar. La música... todo la aturdía.
Salió a la caza de algún transporte que la regresara a su hogar. Las avenidas entre ausentes y no disponibles eran transitadas por algunos pocos vehículos. Había disputas en cada esquina. Otra cosa más para evitar, pensó; y supo que si se detenía no podría volver a caminar, con esos zapatos engañosos. Así uqe siguió su camino.
En una calle que se abría a la derecha, un taxi se detuvo. De allí salió un joven de barba y anteojos, que se metió en una casa. Ella, le hizo señas al taxi que se quedó a esperar qeu el chico entrara y corrió para asegurarse su propio regreso. Ay! Cómo era difícil encontrar un taxi esa noche ya clara.
Fue exactamente allí. En el momento en el que ella corría con su vestido blanco de pureza de revellion e Iemanja, llegaba al taxi, se subía y cerraba la puerta, que él la miró. Desde no tan lejos. Y ella también. La conexión era innegable, sin importar el día que era, sin importar quiénes eran ni cuáles sus historias. Muchos universos paralelos se abrieron en ese instante. Y probablemente todas las carencias subyacentes a las que ella se refería cuando se ponía insoportable y daba cátedra de superación aparecieron en ese momento para darle entidad todas y cada una de los relatos que podrían haber sido.

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