domingo, junio 01, 2008

En su habitación casa había olor a invierno. El frío se olía como el olor a la estufa de kerosén. Y a su vez, el olor a frio era también el olor de él, el olor helado a su piel blanca, el olor a sus pulóveres. Alguien a lo lejos debía estar quemando ramas o basura. Y ese era el olor a invierno que tenia pegado en la nariz. El invierno para ella era siempre domingo y alguien que estaba quemando algo. Esperaban el feriado intentando entrar en calor, mirando películas a medias y cogiendo como podían entre el frío y la cama de una plaza, sin los fuegos artificiales propios del primer mes, sin amor pero con cariño y dulzura, ella siempre arriba, lo que aseguraba una buena dosis de gemidos y espasmos. La habitación era grande y el calor de ellos dos no alcanzaba para pasar lo que quedaba de la noche durmiendo en la pequeña cama. A ella le tocó una remera grande en préstamo y un par de medias de futbol, bien altas. Y arriba de todo, un edredón de plumas, que la hacía estornudar por la alergia y que él, amorosamente acomodaba lejos de su nariz.

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