martes, junio 16, 2009

Bitácora europea III

02 06 09

Iglesia de Pompeya y Amalfi

Comienzo el día con la tentativa de llamar una vez mas a Vittorio, que ha partir de este momento le diré Giovanni pues de esa manera lo conocen. Así como yo nací un día y en mi documento figura otro en el de Giovanni dice Vittorio pero lo llaman y lo conocen como Giovanni.

Ni la recepcionista logró comunicarse.

El desayuno es bueno.

Estamos a 3 cuadras de la iglesia de Pompeya y nosotros fuimos a conocerla y mi madre a recordarla.

Entramos en plena misa tapada de gente. En ese momento surgió el espíritu calabrés y empujando a esa marea humana produjo un oleaje como una nave que se desplaza por el mar. La dejamos que avance y yo desde mi altura la veía alejarse. Cuando llegó la hora de la comunión se sentó y la vista de esa espalda y esa cabecita me conmovió y los ojos se me llenaron de lágrimas. Pasaba por mi cabeza toda la película de mi madre en esos 72 años. Había estado en esta misma iglesia antes de partir a l`America. Las dos mujeres que se encuentran en el mismo lugar con vidas tan distintas. De aquella fanciula que entonces tenía 15 años, que pedía a la virgen que la ayudara para poder superar el dolor de la ausencia de sus abuelos y aceptar a ese hombre, en América, que decían que era su padre y no conocía pues la había dejado a los 2 años, a esta señora que vuelve con sus hijos, casi viejos, y con el recuerdo fresco de sus nietos y bisnietos. Aquella casi niña que ve a su mamá haciendo donaciones de oro a la virgen por algún pedido otorgado, a esta, que siente placidez ante la vista de su virgen, casi al final de la jornada.



Nos fuimos y tomamos el tren a Sorrento para recorrer la costa Amalfitana. Y la lluvia que nos sigue por todos lados. Y ese ómnibus que pasa por antiguos caminos de mil curvas subiendo, bajando y tocando bocina en cada curva sin saber si pueden pasar dos vehículos a la vez.



Y esa cincuentona tan fuerte que está parada al lado de mi asiento con un vestido tan etéreo que me hace perdonarle el tatuaje de guardas romanas en el brazo mientras uno puede adivinar el dulzor de esa fruta apetitosa. Ah!!! Pero, esa otra también tiene el mismo tatuaje en el brazo, quiere decir que las dos son …. ¡¡¡¡¡¡ Entonces pertenecen a un club distinto al mió!!!!! . Que porquería es eso que tienen tatuado en el brazo.



Y esos hermosos pueblos que se encuentran, tal vez por alguna misteriosa alquimia, suspendidos de las laderas de las montañas y a punto de caer al mar. Y esas terrazas que fueron construidas por centurias y permitieron sembrar sobre la piedra a ese pueblo de comerciantes marinos que recorrieron todo el mundo antiguo conocido y de cuyas cartas marinas se valieron todos los navegantes del Mediterráneo. Ahí fue donde se perfeccionó la brújula que permitió a los hombres navegar concierto conocimiento. Alguna vez quisiera regresar para quedarme tres días en uno de esos hoteles con una hermosa vista a la orilla del mar. Se que será imposible tocar el agua pues hay que bajar 200 mts por escaleras talladas en la montaña pero, creo, que esa paz debe ser suficiente como para cargarse de energía y prepararse para la partida definitiva.



Amalfi y el regreso a Pompeya.



Llueve, llueve y mi hermana y Sergio que se mojan y yo con mi madre que corremos a guarecernos bajo un techo de lona. Vengan que están empapados. Pero no, a quedarse para ser los primeros en la fila. S y S entran a un ómnibus que tiene las puertas abiertas. Bajan, le alcanzo mi capa a mi hermana y les digo que no importa, si no tomamos este será el próximo. Llega el ómnibus y todos que se abalanzan sobre las puertas. De que cola me hablan… Nos quedamos sin subir. Y Sergio que desiste de mojarse y vuelve al ómnibus donde llegamos con la mama. Sergio que no ve a Silvia y sale a buscarla y madre que dice “donde está mi hija. Y Sergio que viene serio porque no la encuentra y madre que se preocupa. Parecía una comedia de enredos. Y yo con la cantinela “Silvia tiene más de 5 años y sabe lo que hace”. Y por fin aparece mi hermana, pobre, que no se había movido del lugar cuando vio pasar a Sergio varias veces al lado suyo y no se le ocurrió que era buscada hasta por la INTERPOL. Claro, en ese momento Silvia tenía la capa y no era reconocida. Y entonces la mama que rompe con una risa tan fuerte pensando en la cara de preocupación de Sergio cuando no la encontraba. Tal vez fue una forma de sacar su angustia. Viva la vida y que mi hermana se ”pierda” 100 veces y Sergio ponga esa cara de preocupación otras tantas veces si sirve para que mi madre se ría de esa manera.



Regresamos al hotel y esta vez supimos que Giovanni nos habíamos llamado por teléfono. Por fin pudimos comunicarnos.

A prepararnos para el viaje de mañana a Cortale.

1 comentario:

  1. Qué lindo andar de viaje con el gordo y la mama....!!!!

    Ahora entiendo de donde sale la Sta. K

    ResponderBorrar