jueves, agosto 21, 2008

En cambio, ahora el dolor se agarra de la boca del est[omago, pero no lo suficiente como para enviarme al mar de las lágrimas en cualquier momento, en cualquier lugar. Siempre siempre siempre todo pasa en los medios de transporte, en los lugares de transición que no son ni aquí ni allá. En los que -supongo- yo no soy esta ni soy aquella. Una melodía, una iglesia con escalinatas en una esquina, una declaración de amor a la que no pude corresponder (qué turra la forma en la que el "todo vuelve" llega... Los dioses... el humor negro... ya se ha dicho...), un gesto ya visto antes, adrián otero, una faringitis que me déja vu lnerable, una inestabilidad física, laboral, emocional, afectiva. Cualquiera puede ser el disparador.
Y ahí empieza a doler. Despacio, no sea cosa que... Es increíble cómo el dolor y la tristeza se manifiestan físicamente.
Y después se pasa, queda latente. Porque la teoría dice que no vale la pena, que no hay enojo ni dolor ni lástima que merezca. Incluso cuando me pregunto cuánto fue irreal y cuánto fue verdad. Y si lo uqe no fue, habría sido tan bueno. (Ser tratada como un perro sarnoso y desconocido... no está bueno). Y aunque asuma que todo (excepto esto último) fue elegido. A tientas y con un lazarillo ciego.
Y sin embargo el muy turro se agazapa ahí como si fuera consistente, como si se tratara de algo más que pura ausencia, vacío.
Entre María Jiménez y María Jiménez, la radio pitonisa del bondi, adivina y promete "todo vuelve a mí una vez más... te aliviará una vez más".

Bueno, basta.

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