domingo, mayo 30, 2004

Las cosas más extrañas suceden en los transportes públicos.

Dato útil

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Araca la cana

Sabía Ud. que el afamado Osito Bimbo duerme con su delantal puesto? Dígame ahora si volverá a comer sus panes con tanta confianza.

viernes, mayo 28, 2004

Rollito

Me envuelvo. Me enrollo. Paso de ser una empanada, a un niño envuelto y luego, una empanadita china. Tirabuzón. Acaba de pasar el estado de caracol, luego el de panqueque, y sigo. Me enrollo, me enrollo, me enrollo. Ahora soy un pionono, un matambre. Doy vueltas y vueltas y vueltas hasta llegar al estado de fiambre-en-medio-de-una-alfombra. Y lo sobrepaso y ya casi soy un torbellino, o un remolino, depende en qué medio me encuentre.
Bueno, basta. Ya está bien de vueltas. Ahora, a desenrollar. Como la calesita manual que uno gira hacia el otro lado. Ya fue bueno. Como el engaño ese para dejar de estar mareado, que dicen hay que dar vueltas para el otro lado. Como el fideo fino. Es mentira, pero sirve. Fuerza. Dar vueltas para el lado contrario es más difícil. "Nada resiste a la torsión", era la música que sonaba once upon a time. Como para abrir la viandada. No, pero yo tengo más fuerza y puedo deshacer lo hecho. Me concentro, me tenso, transpiro y me desremolinizo (o destorbellinizo, según el medio). Y ahora son un fiambre-en-medio-de-una-alfombra, pero en rewind. Y me desmatambro, me despiononizo.
No sé si voy a poder llegar como vine, pero el estado desmatambrado me sienta bien y sirve como descanso para la próxima etapa.

jueves, mayo 20, 2004

Un Besubio es un beso volc'anico.
No entiendo. Si los tomates secos se remojan, no es mejor usar tomates frescos?

miércoles, mayo 19, 2004

Yo y mis Circunstancias

Deben haber visto uqe empezaba a tranquilizarme, porque Las Circunstancias hicieron una reunión de directorio y al finalizar, me llamaron.
-Ponete cómoda-, sugirió Confort.
Así lo hice, me acurruqué en la silla, Ellas estaban todas paradas. Una de ellas aceitó una de esas sonrisas que te advierten que si a alguien le toca reir, con seguridad no juega para tu equipo.
-Estamos aquí reunidas...
-Te vamos a sacar buena-, sentenció Factor Económico previo arrebatamiento de la palabra.
Levanté una ceja. Nunca entendí los discursos corales. Pobres muchachas, pensé, no deben tener nada mejor que hacer.
-Ehhhhhhh... bueno... yo me tengo que ir... Me espera la locóloga y... mhhhhhhh... tengo uqe hablarle de la inmortalidad del cangrejo y del miedo que me da buscar trabajo... y... yadda, yadda, yadda... Adios!
Yo me eclipsé. Cuando terminé la sesión, Factor Económico se coló por debajo de la puerta y me asustó cuando me susurró "Ahora quiero ver como te eclipsás, mascarita!".
Finalmente había entendido el mensaje de Factor Económico. Podría haberme avisado antes. Pero bueno, ya sé cuáles son sus planes y supongo que me conviene hacerme amiga de todas mis Circunstancias y seguir el plan de F.E. (ahora le digo F.E.).

lunes, mayo 17, 2004

Reposé cual raposa, una hora acotada, acostada,
acosada por sonidos inexistentes;
acobardada,acorralada,
acodadaenunapuntadelacamaenposiciónbollito,

acomodada en la incomodidad de los pies irremediablemente fríos,
anhelando la generosa tibieza de otrora y la gran espalda frente a mí
que además, me acalentaba la punta de la nariz.
Odio los trabajos que piden foto de cuerpo entero. Traen más conflictos que potenciales beneficios.

jueves, mayo 13, 2004

De transportes públicos, púbicos y púdicos.

El colectivo 55 da para las cosa más extrañas. En particular por la mañana. Lejos de la camaradería relatada por Anouk en su blog, en esta linea de Satán (porque sólo puede responder a órdenes y horarios demoníacos), los saludos son raramente respondidos, y la gente que me resulta conocida nunca se hace cargo de esa familiariedad. Una de las últimas veces reconocí a alguien. Nunca supe quién, ni de dónde. Pero lo reconocí. Es más, recordé su voz sin que hubiera hablado. Eso es ya más extraño. El colectivo estaba lleno. Y yo terminé apretujándome sin querer ni siquiera queriendo, contra este señor semiignoto por causa de la fluidez de personas dentro del autobús. Es decir, que en algún lugr hay alguien que seguramente conozco a través de otro alguien, que anda vociferando por las calles de Buenos Aires que una mina lo apoyó en el bondi.
Debo hacer una aclaración. Dentro del rubro Transporte Público, el colectivo no es el que me parece más promiscuo, incluso cuando las cantidades de gente superan el índice humano (este índice humano). Sin lugar a dudas, el subte tiene mayor capacidad de mezclar indiscriminadamente gente de manera desordenada. El colectivo (micro ómnibus de pasajeros) tiene la ventaja de ordenar a las personas en funcion de las ventanas. La gente se ubica espalda contra espalda y luego en el momento de perfilarse hacia la salida cambian de posición. En cambio, el subterráneo no tiene qué ver por las ventas. El afuera es por momentos ciego y a la vez introspectivo, por momentos infectos de publicidad gráfica, colorida y brillante (he aquí una publicidad de tintas para impresora, en cuya lámina se ve inexplicablemente a una muchacha -gato viejo, debo decir- vestida de forma ochentosa, que exhibe en sus manos los productos en promoción. Típico caso de persona a la cual en Warnes le dijeron: "Poné una mina que esté buena y vas a ver cómo empieza a caer la gente!" ). Entonces la gente se apretuja en cualquier dirección, contra cualquier cosa o persona, chocando con la cara de uno o la espalda del otro, el costado más allá, misturando alturas, contexturas, hedores, perfumes, tejidos, telas y pieles.
Siempre dije que uno de los actos de mayor intimidad es percibir el aliento del otro. Porque hay que estar demasiado cerca de una boca como para saber de qué sabor es el chicle que estuvo masticando hasta hace emdia hora. Así que saborear el aliento de un desconocido (en el mejor de los casos, agradable) es casi una experiencia erótica. Casualmente erótica.

miércoles, mayo 12, 2004

La ultima vez que estuve así uqería no volver a escribir. Ahora por el contrario, creo que lo único que debería hacer es escribir. Dedicarme absolutamente a eso. No porque lo haga bien, sino porque me gusta y es lo más inofensivo que puedo hacer. Tener un tubito que de mi cerebro volcara directamente a este blog o a una hoja de papel. Y alguien que cada tanto me alimente por sonda.
Escribir y no molestar más a nadie. Ni a mí.

Mi calurosa bienvenida

No tengo el gusto, no sé por qué ni cómo. Tampoco sé si volverá (creo que no), pero quiero saludar especialmente a esa persona de Noruega que por h o por b (te estoy mirando fijo) no tuvo peor suerte que toparse con esta paginola. Sin dudas, se ha decepcionado. Este, señores míos, es un blog de decepciones. Y mucho des.
Aguante A-ha.

Nubes II

Me encanta mirar las nubes y más si son tormentosas. Me gustan las nubes grises, plateadas, verdes y amarillas. Las verdes son cuando la tormenta está tan atormentada que después del gris más profundo solo puede virarse a negro, y las amarillas son cuando después de la lluvia está atardeciendo y el sol hace de las suyas. Las blancas, en cambio, no tienen gracia, a menos que estén salpicando un cielo azul profundo. Aunque ahora uqe lo pienso, las blancas tienen un instante de gloria cuando, generalmente en otoño, dejan ver un sol naranja, grande, inofensivo, mate; un sol uqe parece enfermo y con bufanda.
Yo sé que me llevé Geografía en primero y en cuarto año (siempre por la malalech de mi querido profesor, que aprovechó su última oportunidad para mandar a alguien del clan a diciembre), y me acuerdo de primero porque tenía que saber los tipos de nubes que había: estratos, cúmulos y nimbos. Y todas las combinaciones posibles. A mi las que me gustan son esas que son pequeñas, pero no califican para cúmulos (pedacitos chiquititos de nubes pomposas) y que parecen la orilla del mar cuando la ola se acaba de retirar. Pero al revés (de arriba pa' abajo). Y que bajo el clima adecuado y la posición correcta del sol me hace acordar a Tanti '84.

sábado, mayo 08, 2004

Lost Paradise

Me dan mucha tristeza las fotos rotas tiradas en la calle. Porque me parece un gesto muy violento de alguien que vio algo que no quería (volver a) ver, que lo quería alejar. Y que alguna vez perteneció a su mundo como para haberse detenido 1/16 de segundo para capturarlo fuera del tiempo.
Las fotos se pueden guardar, se pueden regalar, se pueden esconder. Pero romperlas? Y en la calle? Quemarlas me suena más sano o por lo menos, más poético.
Expulsar una imagen de un mundo al que perteneció. Rasgarla, martirizarla, dejar un cadaver de fotografía, con su papel especial y su brillo nada mate, con algún rostro quer observa desde el suelo, que reclama para sí un retorno al paraíso perdido.
A veces estoy caminando y no sé en qué pensar. Entonces pongo primera y pienso, pienso y pienso hasta que encuentro algo en qué pensar. Cuando ya encontré una dirección paso rápidamente a segunda, tercera, cuarta, hasta llegar a quinta, en algunas ocasiones. Pero la mayoría de las veces en las que llego a quinta algo sucede que me hace olvidar lo que venía pensando un nanosegundo antes y me quedo flotando en medio de pasos apresurados, con un montón de gente que va y viene (o son mis pensamientos?) y cuanto más me empeño en tratar de volver a ese punto tan próximo y tan inalcanzable, más floto y más me quedo varada, como si estuviera acelerando en un charco de lodo. Los más sano es -en ambos casos- encontrar algo que me saque, una madera donde aferrarme -otros pensamientos- que distraigan mi atención.
A veces resulta y puedo rever mis pensamientos previos, pero ya no tengo casi combustible, la pista no parece tan brillante. Nada es igual.

jueves, mayo 06, 2004

Confirmadísimo por biólogos de la Universidad de Wildstone: los jejenes ríen.

miércoles, mayo 05, 2004

Por alguna razón me vi nuevamente caminando por la feria del libro, para engordar las estadísticas de la trigésima edición y para confirmar que dicho evento pertenece a uno de los nueve círculos del infierno.
Highlight de la vuelta en el colectivo 55: una joven de aproximadamente veinte años buscaba con ahínco su mocoso alimento, que deglutía con pasión.
Un sol agónico y naranja pone todas sus fuerzas en correr las nubes para brillar un poquito más. Maldición, va a ser un día hermoso!

Despertares (La revancha de Morfeo)

Los despertadores son un problema. De por sí. Yo hace años no tenía problemas: tenía un despertador horrible, que adelantaba rigurosos diez minutos y que cuando empezaba a chillar debía ser rápidamente apagado, consiguiendo su cometido de levantarme de la cama. Deber cumplido. No me hablen hasta el mediodía. Perfecto. Yo puntual y todos felices.
Luego, el horrible triiiiii triiiiii triiii triiiiiii en aumento fue cambiando por música o por Román Lejtman. Y si bien no tenía que apagarla, como sonaba para despertarme y que me levantara, yo -obediente- me levantaba. No hay grandes conflictos con eso. El despertador suena, uno se despierta. Y luego se levanta. Fin del asunto.
Desde hace algunos años, me empecé a codear con gente que no se levanta cuando suena el despertador. Horror! Cómo así que suena pero no te levantás? Y cómo es eso de que dormís un rato más hasta que... Horror! Horror! vuelve a sonar? E incluso más, cómo es eso de estar despierto remoloneando en la cama?
Con mezcla de envidia y admiración, -porque cualquiera que puede dormir diez minutos y despertarse (y no como yo que para dormirme diez minutos me tomo una hora) y luego volverse a dormir sabiendo que ya se tiene que levantar, prolongando su agonía de vigilia, su agonía de atún-, poco a poco fui probando perderle el respeto al despertador. Mi cambio de horario (de diurno a nocturno) en la facultad promovió esa nueva práctica a la que me resistí durante mucho tiempo.
El remoloneo se hizo parte esencial de mis mañanas, que ya comienzan con buen humor, cuando los ojos se abren a las ocho y el cuerpo empieza a responder a las nueve, mientras alguna parte de mí escucha las noticias y registra cuál es la temperatura y el pronóstico. Por eso debe ser que me quedo tanto tiempo, porque en algunos programas (y estoy pensando en la bestia pop) tardan en decir cuántos grados hace afuera.
De todas formas nunca llegué a lograr los flashazos de sueño cuando la mañana me está tironeando la almohada. Lo máximo que logré al respecto -y por lo que estoy orgullosa- es hacer movimientos indecisos hacia el control remoto del equipo (que descansa bajo mi cabeza) y apagar al endemoniado bicho, atractor de realidades. Es más; incontables veces puse el despertador a las ocho de la mañana tan sólo para disfrutar que puedo dormir dos horas más.
Pero la duración del sonido debe ser muy acotada. Pasado cierto rato el día ya se metió tanto en mis oídos que es más corto el camino hacia afuera, que el camino de vuelta al mundo de los sueños.
En las siestas la cosa es diferente (sí, porque también hay siestas). Se supone que con una hora (diez minutos) ya es suficiente. Pero hay veces en las que el frío, la lluvia o quién sabe qué demonios movilizan a mi mano que se precipita hacia el botón de "off" en el bendito aparato. Y no me da tiempo a pensar qué es lo que me convendría hacer, a sabiendas de que Morfeo siempre va a quedar afuera de toda discusión.

martes, mayo 04, 2004

Existe una zona de conflicto entre el inicio del pantalón tiro bajo y las remera o pulovers que siemrpe son demasiado cortos y encima se suben (no se suben encima de nadie. Sólo se suben) y dejan al descubierto un rescoldo para que el frío con sus gélidas uñitas rasquetee y rasquetee sin uqe ni siquiera un saco largo pueda defenderlo.